domingo, 14 de junio de 2009

SAN ANTONIO DEL MONTE. una gran fiesta en la primavera de La Palma VILLA DE GARAFÍA

 Por José Guillermo Rodríguez Escudero
                   En nuestros días han perdurado en la Isla de La Palma cuatro ferias importantes dedicadas fundamentalmente a la muestra de ganado. Ya en el siglo XIX éstas habían proliferado en muchos  puntos de nuestra geografía canaria. Se acudía y se acude a ellas para disfrutar de los desfiles de animales, de los arrastres con peso, de los paseos y agradables encuentros entre vecinos, de ventas de productos agrícolas y ganaderos, de los concursos con premios en metálico, etc. Los lugareños también se entretenían con otros actos programados para aprovechar la gran concurrencia de los visitantes- por regla general, de carácter tradicional y  popular-, como la cata de quesos o vinos del país, verbenas o concursos de puntos cubanos y “verseadores”, carrera de sortijas, parrandas, cucañas, lucha canaria, carrera de burros con premio al último en llegar a la meta, cabalgata, procesiones, fuegos artificiales, conciertos de música, etc.
                   El venerado San Antonio del Monte tiene muchos devotos en la Isla, y es proverbial entre los vecinos del pueblo su compromiso por acudir a la fiesta anual, estén donde estén. Muchos fieles incluso, una vez llegados, se arrastraban  de rodillas en torno a la ermita para cumplir las promesas, etc. Las nostálgicas y alegres reuniones tienen lugar entre risas y lágrimas, alegrías, isas, folías y acordeones, vinos y guitarras, aunque el sabor tradicional esté ya algo mezclado de modernidad.
                   Tras la concurrida Misa de Romeros, en la víspera del Santo, en la que siempre se da cita una gran multitud de peregrinos que abarrotan la ermita y sus aledaños, se entregan los valiosos premios a los mejores ejemplares de ganado. Estos desfilan después ante el público. El día 13 (aunque hay polémicas ediciones en que se han hecho coincidir las fiestas con el fin de semana más cercano a ellas) tiene lugar otra solemne misa y procesión. Así mismo se celebra una reñida y esperada carrera de caballos en la que las apuestas son astronómicas.
                   En La Palma han desaparecido otras muchas ferias ganaderas, como la famosa de San Juan Bautista de Puntallana que, al menos hasta 1966, se celebraba en junio para que coincidiera con las fiestas patronales en honor al mártir. Se ha intentado rescatar –afortunadamente- en el año 2005. Otra, en la capital palmera, hasta la Bajada de la Virgen de 1965, en la que el Diario de Avisos publicó las bases del concurso de ganado: al primer premio se le otorgaba unas mil pesetas y a los no afortunados se les costeaba el transporte de las bestias. Sí continúan celebrándose las ferias de ganado en San Isidro (Breña Alta), en Los Llanos de Aridane, en El Paso y ésta de Garafía.
                   En nuestros días tiene lugar, durante  las multitudinarias  fiestas en honor de San Antonio del Monte -en bellas tierras garafianas,  abundantes en pastos y ganadería-, la Feria Insular de Ganado, de carácter secular y famosa en todo el Archipiélago.
                   Un lugar, Monte Gordo, es destino de la peregrinación y donde se encuentra el pequeño santuario, probablemente fundado por portugueses, aunque nadie lo llama “San Antonio del Monte Gordo”. Gaspar Frutuoso también lo refleja en su obra sobre las Islas: “…se encuentra por debajo de San Antonio del Monte, enana extensión de más de media legua; está completamente poblado de  portugueses ricos…”
                   En este bello paraje, entre el 12 y 13 de junio (aproximadamente según las ediciones en torno a la onomástica del santo portugués, Patrón de Lisboa), su gran imagen de tamaño natural, junto a la pequeña de San Isidro Labrador -advocación eminentemente agrícola y ganadera-,  son llevadas en procesión a lo largo de un itinerario engalanado con magníficos arcos triunfales que forman una “calle” entre la concurrida ermita y el lugar techado donde se refugian las bestias mansas. Éstas, bien amarradas, pacen tranquilamente mientras son observadas por multitud de curiosos. El pastor garafiano, por supuesto, está presente en esta especial celebración.
                     En esta edición de 2009, las fiestas se concentrarán entre el viernes día doce y el sábado trece, onomástica de San Antonio de Padua. En el variado programa tienen lugar numerosos actos: XXIV Concurso Insular de Quesos Artesanales Palmeros, la I Muestra de Artesanía, IX Concurso de Vinos Palmeros, paseos musicales, verbenas, misas, procesiones, Feria Insular de Ganado, I Concurso de perro Pastor Garafiano…
                     Los arcos están rematados por banderas españolas y canarias. Sus líneas son rectas: “la parte superior horizontal, que une las paralelas verticales, reproduce motivos próximos al neoclásico, con líneas triangulares o verticales, que son cubiertas en su totalidad con monteverde”. (Hernández Pérez).  
                   Es la fiesta de ganaderos por antonomasia. Se la considera la más antigua e importante. Es muy curiosa la puja de oferta y demanda una vez que el Santo bendice los animales. Junto a estos arcos es tradicional construir ventorrillos o mesones de palos y ramas de faya y aceviño.
                   Una fiesta muy arraigada desde antiguo en el calendario festivo de La Palma, no en vano el Santo ha sido calificado como “abogado de los objetos perdidos” y al que se le reza, no sin antes introducirle una propina en su alcancía, para encontrar “un buen partido” (novio o novia).  
                   De entre todo el santoral, uno de los que goza de mayor devoción por el pueblo palmero es, sin duda, este santo. Es raro el templo que no cuente con una imagen del franciscano. Algunas de excelente factura, como la efigie barroca de Puntallana (de Hita y Castillo), o algo más sencilla, como la de Puntagorda (que porta sólo un libro). Son curiosas las tallas de la Galga (el Niño descansa sobre un lienzo blanco) o la de Tijarafe (con un libro abierto que sostiene con ambas manos). Otras, como la delicada escultura del Santuario de Las Nieves, inclinan la cabeza sobre Jesús, mientras que la de la ermita del Carmen, también en la capital palmera, tiene un semblante más inexpresivo. El santo de Argual es más flexible y lleva una azucena, como también la gigantesca imagen del existente en el templo franciscano de Santa Cruz de La Palma, procedente de Sevilla a finales del siglo XVI.
                   Tanto fue el fervor que se tenía con el santo que, tras el pavoroso incendio que sufrieron los montes garafianos en el que se destruyó la ermita de San Antonio en 1902, “así como también algunas casas, pajares y bodegas”, los vecinos rápidamente contribuyeron a levantarla y colocar en ella una nueva imagen, ya que la primitiva también fue pasto de las llamas, junto con la de San Roque y San Bernardo.  Lorenzo Rodríguez nos dice que “sensible es que tan renombrada fiesta de San Antonio del Monte y la famosa Feria de ese nombre, única que aquí se celebra, hayan pasado a la historia, aunque es creíble que, la piedad de aquellos fieles y la devoción de los palmeros contribuyan a levantar en el mismo pintoresco sitio la pequeña ermita que el fuego destruyó” (Boletín de la Cruz Roja, nº 5 de la capital palmera en 1902).
                   Este triste incidente es recordado aún en décimas y romances, como el recogido por la poetisa Elsa López en “Cova de Agua” en 1974: “Padre mío San Antonio/ óyeme cómo te llamo:/ si mi casa no se quema,/ni mis cosechas de grano,/voy de mi casa a la tuya/ de rodillas esmellado (?)”. También se observa la sutil ironía en otros versos: “San Antonio se quemó/ es porque era de palo,/pero del que estaba en el cielo/ pocos fueron sus milagros”. En otra copla popular garafiana no podía faltar también la representación del Niño Jesús que el santo porta sobre el libro. Según su hagiografía, sus compañeros frailes aseguraban que veían a Antonio con Jesús en brazos durante sus frecuentes éxtasis: “San Antonio del Monte/ tiene un niñito/ que no come ni bebe/ y siempre gordito”. Sarcásticamente se comparaba al Niño, que estaba siempre “repuestito” aún sin comer, con las reses y el ganado que, si no se les alimentaba, no había milagro que los salvara de una muerte segura.
                   La periodista llanense María Victoria nos dice que “siempre ha sido San Antonio el Santo Protector de los garafianos creyentes. A él se ofrecen toda clase de promesas que van desde la quema de unas docenas de voladores el día de la fiesta hasta andar de rodillas varias veces en derredor de la iglesia, pasando por la donación de velas, de aceite…”
                   También era frecuente donar al Santo exvotos que se colgaban en las paredes de la ermita, representando vacas, cabras, niños, piernas, brazos, etc. Por exvoto entendemos cualquier ofrenda o don, como estas figuras hechas de cera, que los fieles dedicaban a San Antonio de Padua, en señal y recuerdo de un beneficio recibido. Así, si el ganado estaba enfermo, venía la plegaria y la promesa; después de la curación, se llevaba el buey de cera que era devotamente colgado en la iglesia en agradecimiento. Una primigenia ermita de la que existe constancia documental desde 1539.
                   El obispo don Alonso Ruiz de Virués determinó que la talla del santo pasara a mitad del siglo XVI desde la parroquia “del Monte” a la iglesia de Nuestra Señora de La Luz en Santo Domingo, actual capital municipal de Garafía. Cuando escribe Frutuoso su obra, San Antonio del Monte era iglesia parroquial. Lorenzo Rodríguez comentaba que “la controversia que se entabló entre los vecinos del pago de Santo Domingo y los de San Antonio del Monte” ya que cada uno pedía su iglesia un capellán o sacerdote “que se mandó establecer allí por Real Cédula de 8 de octubre de 1557”. Luego dejó de ser parroquia. El mismo cronista isleño nos recuerda que el Rey Felipe IV, en virtud de Real Cédula de 24 de mayo de 1660 se fundó el Beneficio de Garafía en la Iglesia de Ntra. Sra. de La Luz, “quedando la de San Antonio en simple ermita con la obligación que los Prelados les han impuesto a los Párrocos de decir misa en ella los domingos alternos”.
                   Según este mismo alcalde constitucional de la capital palmera, el motivo del traslado de la imagen a la de La Luz fue porque “en un lugar tan frío y montuoso, que cuando el sacerdote quería celebrar y decir misa no podía alzar la Hostia, si no era junto con la patena, porque con la humedad y frialdad la Hostia se doblaba y encogía….” (documento de 2 de julio de 1558).  La gente decía que “hasta el ganado se constipaba”. Fue tal la presión de los vecinos, que la imagen regresó a su santuario. El mismo cronista nos informa también de que “queda probado que la iglesia parroquial de Garafía se fabricó para colocar en ella a San Antonio, cuyo nombre se le dio en un principio; y que después de la visita del licdo. Padilla, habiéndose dispuesto la traslación de San Antonio a su antiguo templo, se denominó la Parroquia de Ntra. Sra. de La Luz”. Mientras la ermita del monte estuvo sin el Santo, ésta se puso bajo la advocación de “Santiago”.
                  En el libro de visitas de aquella parroquia norteña se halla custodiada el acta de Pinto de Guisla fechada en 15 de julio de 1679 en la que se lee: “Visitose la Ermita de San Antonio de Padua, de este distrito, es muy antigua y fue parroquia antes que la de la Luz…”
                   El Beneficiado garafiano don Luis Rodríguez hizo a su costa el nicho del Santo y dejó una cantidad de dinero para que se pintase. La ermita llegó a estar en un lamentable estado de deterioro. Con la ayuda de lo recaudado por los devotos vecinos y visitantes, su sucesor don Alejo Hernández Fierro, inició las necesarias obras de rehabilitación y la construcción de la casa para los romeros, “de que allí se carecía”.
                   Por confusión, a este santo luso, famoso taumaturgo y predicador muerto en Padua (Italia) en el año 1231 a los 36 años de edad, se le ha representado con la llama, atributo de San Antón Abad. Fue canonizado un año después de su muerte y es, después de san Francisco de Asís, el más popular de los santos franciscanos. Más bien debería llamarse San Antonio de Lisboa, (y es así en varios lugares del mundo) al ser ésta su ciudad natal. Porta en su mano derecha una rama de lirio, símbolo de pureza, aunque este atributo no le fue concedido antes de 1450, fecha de la canonización de San Bernardino. El Niño Jesús está sentado sobre un libro que sostiene en su brazo izquierdo, iconografía muy popular desde el siglo XVI y puesto de moda por el arte barroco de la Contrarreforma. Se cuenta que en Coimbra presenció la llegada de cinco mártires franciscanos muertos en Marruecos por profesar la fe católica, lo que estimuló y enardeció su fervor misionero.
BIBLIOGRAFÍA
CALERO RUIZ, Clementina. «Aproximación al estudio de la escultura popular en la Isla de La Palma», I Encuentro Geografía, Historia y Arte, Patronato del V Centenario, Santa Cruz de La Palma, 1993.
FRUTUOSO, Gaspar. «Las Islas Canarias», (de Saudades da Terra), Instituto de Estudios Canarios, La Laguna, 1964.
HERNÁNDEZ PÉREZ, María Victoria. La Isla de La Palma. Las Fiestas y Tradiciones, C.C.P.C., La Laguna, 2001
LORENZO RODRÍGUEZ, Juan Bautista. Noticias para la Historia de La Palma, La Laguna- Santa Cruz de La Palma, t. I y II, 1975 y 1997.
PÉREZ VIDAL, José. “El Romancero de la Isla de La Palma”. Excmo. Cabildo de La Palma. Madrid, 1987.
RÉAU, Louis. Iconografía del arte cristiano, P.U. F, 1957.
RODRÍGUEZ ESCUDERO, José G. «Algunas advocaciones palmeras y su relación histórica con la ganadería, el hombre y el medio», El Pajar, Cuaderno de Etnografía Canaria, II época, nº 18, La Orotava, 2004.